¿Se puede extrañar algo que no se ha tenido? Sí. Se puede añorarlo más intensamente que algo que se ha tenido. Hay algo en lo inabarcable de la posibilidad, en la ramificación de resultados, en la promesa, que hace de las cosas que se desean y no se tienen cosas dolorosas y placenteras. ¿Se puede extrañar mirarse en los ojos de otro? Mucho.
Hay miradas que en segundos crean un vínculo. Algo intangible y fuerte nace de un gesto de los ojos del otro, un brillo y un movimiento de su boca en forma de sonrisa cómplice - de sonrisa que descubre algo, que consigue una hermandad en pequeñas cosas trascendentes. Esa conexión lejos de lo racional, lejos de la limitación de las palabras y de la lejanía de los gestos sociales, es completamente honesta. Por segundos, milésimas de segundo, hay un conocimiento pleno y desnudo del otro.
Y duele perder ese momento de verdad. Jode saber que lo inabarcable de la posibilidad sólo tiene una respuesta triste, una que siempre termina en soledad. Esa soledad de la que tanto queremos huir, pero en la que nos encerramos cada vez con más ferocidad, repletos de hastío, miedo y melancolía.
En eso se termina convirtiendo la vida. Una suma de pequeños momentos de conexión, llenos de posibilidad, de futuro, de esperanza, que se desvanecen en la realidad dejando un rastro hondo cargado de melancolía por lo que pudo haber sido.
domingo, 22 de noviembre de 2009
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