martes, 17 de noviembre de 2009

Ida

Soledad. Se siente diferente cuando se está lejos. No es malo o triste. Sólo diferente. Se siente nostalgia absoluta por lo que se tuvo, por lo que se fue. Y se anhela lo que se podrá ser y tener. Da ganas de llorar. Pero no son lágrimas teñidas de tristeza. Están repletas de recuerdos, de día a día, de hora a hora, de presente y pasado. Se siente más intensamente. Los cariños son más inmensos, más intensos. Se sienten plenamente, en todas partes, como declaraciones de verdades absolutas.
Oigo música que compartí con gente que ya no tengo cerca. Pero están. Están en esas letras, en esas melodías, en esos momentos comunes que tuvieron como banda sonora estas notas.
Estar solo produce una extraña sensación de conciencia. Se es más consciente de todo. De los objetos, las palabras, los silencios. Todo se hace más intenso. Los comienzos están repletos de contenido. Todo es importante. Todo lo que fue, lo que es y lo que será. El aire es más liviano, los problemas menos pesados, los recuerdos más dulces, el hoy más vívido.

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