sábado, 29 de mayo de 2010

Inspiración veraniega

¿A dónde se va la inspiración cada cierto tiempo? ¿Se toma vacaciones cuando se agota al poco de trabajar intensamente? ¿Se tira bajo el sol en una playa mientras uno rebusca frente a la pantalla intentando encontrarla, mirando con desesperación el sol que no podrá tomar? Es como si, sádica y malcriada, apareciera cuando nadie la quiere y se tomara descansos en momentos en que es la única que puede salvar las cosas. Como si un médico sólo estuviese de guardia los días en que hay un solo paciente en la emergencia con un caso leve de asma, y se tomara días libres cuando hay un tiroteo y llegan 12 personas al borde de la muerte. O como si, para no caer en exageraciones como la anterior, el metro funcionara siempre puntual los días en que no tienes que llegar a ninguna parte, pero cuando tienes una cita urgente hubiese una avería y los técnicos estuviesen todos de baja. (Bueno, lo anterior también fue una exageración, pero la hipérbole es parte de mi ser, cómo me he dado cuenta últimamente).

La inspiración no es un fluir continuo, pero, a diferencia de la felicidad (que se dice que aburriría si siempre estuviese allí), no creo que a nadie le molestaría que la inspiración fuese un poco más constante. Tampoco es cuestión de exigirle que no se tome vacaciones, pero podría consultar antes de dejarte abandonado en momentos de emergencia.

No soy de quedarme paralizada frente a una página en blanco. Como últimamente en la vida, no me paralizo, me lanzo. El tema es que igual que últimamente en la vida el lanzarse no significa hacerlo bien, sólo significa superar el miedo. Pero esa hazaña no garantiza que las cosas vayan por buen camino, sólo garantiza que nunca te arrepentirás de no haber pisado ese camino.

El tema con la desaparición de la inspiración es que el suelo en que se apoyan los pies de la mediana seguridad que tienes sobre tu capacidad se tambalea. Y te quedas en un limbo en que no sabes nada. En que tu criterio se esfuma completamente y eres incapaz de discernir.

Ya sé que hace buen tiempo y que abrieron las piscinas, pero no me molestaría que mi inspiración dejara por un momento las ondas relucientes del agua, se levantara de su toalla y me visitara un rato. Mientras tanto sigo sentada, tecleando frente al ordenador, viendo el brillo cálido que está fuera de mi ventana y envidiando en silencio a mi inspiración y a todos los que, felizmente, están tumbados al sol disfrutando de un libro.