sábado, 16 de enero de 2010

The new me

Me he descubierto en otra persona. Desde siempre me tuve más o menos calculada. Una lista de características que me definían como Nerea. Unas que me gustaban, otras que detestaba. Pero todas aparentemente inamovibles. Estáticas, imperturbables. Determinadas y determinantes. Sin que yo pudiese hacer mucho por cambiarlas. Pero desde hace unos meses ando en terreno desconocido. Es como si me hubiese bajado del tren en medio de la nada. Sin saber a dónde ir, sin brújula, pero disfrutando del paisaje. Por primera vez en toda mi vida me siento libre de mi misma. Mi estructura, mi autocontrol, siempre férreo, cedió. Comenzó a agrietarse silenciosamente - probablemente hace tiempo - y ahora deja espacio al aire libre, a la entrada de la luz del sol, al sonido del exterior. Es una extraña sensación de tranquilidad que se traduce en una cierta indiferencia, pero una indiferencia poco indiferente, una que ve las cosas como si las conociera pero las estuviese descubriendo de nuevo.
Leyendo cosas que escribí - hace tiempo y sólo para mí - me descubrí diciéndome que deseaba ser espontánea. Que añoraba la posibilidad de optar por lo que realmente quisiera. Ahora estoy cerca. Ya no me arrepiento de lo que digo o hago. Ya está hecho y dicho. Tengo una indefinible sensación de haberme acercado a una verdad absoluta sobre la vida, la siento pasar de vez en cuando, un breve suspiro que me roza levemente. No la veo, pero la presiento. Estoy más allá. No lo estoy en un sentido grandilocuente o soberbio, sino en uno de comunión. Es bastante difícil de describir y sí, suena a esoterismo. Pero no lo es. Sigo siendo la misma escéptica. Pero me siento en otro lado. Otro lado aún indefinible, incierto, y por eso emocionante.

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