lunes, 18 de enero de 2010

Incertidumbre...

Cuando era niña pensaba que a los 26 años todo estaría claro. Ese momento estaba lejos. Es más, no lo pensaba… tenía la certeza. Ya sería adulta. Tendría una vida hecha. Ahora, a pocos días de estar a un año menos de los 30 lo único que tengo claro es que no tengo nada claro. Y sí, me genera miedo. Esta semana todo lo que no quise pensar y que mi cabeza se empeñaba en hacer aparecer de vez en cuando – sin mucho esfuerzo, seducida por lo saboreable del disfrute de la incertidumbre – se atrincheró sin tregua. Todas las dudas sobre quién soy y qué quiero, sobre qué haré, sobre el futuro, me visitaron con planes de quedarse indefinidamente en mi sofá. Y no es que no disfrute del no saber. Por primera vez es un deleite y no una tortura. Por primera vez me entiendo como alguien que no está atado por sus previsiones de mañana. Y me gusta. Pero, al mismo tiempo, me asusta. ¿Qué queda de esa niña que pensaba que los 26 estaban lejos, que eran la adultez? Poco o nada, o mucho. No estoy muy clara. Pero, lo cierto es que todo el peso de lo desconocido, de lo imponderable me visita al mismo tiempo. Lo que más me confunde es mi incapacidad de balancear el no saber con la necesidad de saber, el disfrutar del momento con el tener planes a futuro, la juventud con la adultez. Supongo que este dilema es muy típico de esta edad. Y no es que quiera tener todas las respuestas (sería muy aburrido) pero agradecería tener alguna...

Agradecería saber algo.

2 comentarios:

  1. Con lo que molan las sorpresas! No pidas respuestas! Déjate sorprender!

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  2. Bienvenida al gran club de los que no tenemos respuestas. El siguiente paso es el club de los que ya tampoco las esperamos, pero ése es bastante selecto y no admitimos a cualquiera. Te lo tendrás que currar unos cuantos añitos...

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