Hay decisiones en la vida que son definitivamente "anticlimáticas". No, no se trata de que estén en contra del clima -uf, cuántos parecen estarlo ahora... o por lo menos negados a verlo- sino de esa gran palabra en inglés: anticlimactic. La triste traducción al español es decepcionante, pero es que no es realmente eso. Anticlimactic habla de un sentido de anti clímax, de lo contrario a una buena historia, de la vida y su seguir continuo que es eso: anti clímax. En fin, que hablaba de decisiones. A veces concluyes algo que puede cambiar tu vida, modificarla, y piensas que el cambio será obvio y radical, que te sentirás otra... ay cuántas mudanzas, renuncias o rupturas van cargadas de eso. Pero la verdad es que decidir algo es tan personal y tan propio que no se traduce en pancartas o números musicales, solo significa una modificación y el continuar de la vida.
A uno a veces le gustaría que las decisiones fuesen apoteósicas, intensas, radicales. Que las acompañara una banda sonora triunfal. Que al tomarlas estuviese así esa sensación de avance, de conclusión. Que fuesen como el momento de clímax en que el protagonista suelta ese discurso con el que recupera a su amor o en que tras una pelea a muerte se coge al asesino. Pero las decisiones no son más que eventos cotidianos, cosas que pasan mientras pasa el tiempo y poco más. Y aunque sean decisiones importantes nunca son ese discurso o esa pelea a muerte, no llevan a un punto álgido seguido de un final feliz... llevan a los siguientes días que, tal vez o no, van a ser vividos de otra manera.
Supongo -no, tengo claro- que este anhelo de clímax proviene de ver y leer historias, de pensarse como un personaje protagónico en un relato con un final feliz, con altibajos que son los actos de la narrativa y que siempre significan algo. Es como esa fantasía de autorrealización narrativa que es How I Met Your Mother, por ejemplo. Obviando todo lo que no funciona, el envejecido Ted contando su juventud tres décadas después sin que el Ted que se ve en pantalla conozca el camino al que va cumple con este anhelo. Saber, por lo menos luego, que todo lo que pasa, todos los caminos, todas las decisiones, son una suma que lleva a una conclusión y no algo aleatorio que no hace más que avanzar una historia que no tiene estructura clara.
Este anhelo, supongo también, es además una huida de la muerte. Pensar en estructura y clímax y caminos con conclusiones, pensar en historias, da cierto sentido de orden a algo que claramente no lo tiene. Da calma, da agencia al personaje que eres sobre lo que le pasa.
Pero al final, y no se trata de una conclusión triste pero sí realista, nada de esto es cierto. Las decisiones, los caminos, se toman siempre, pensando o no, con buenas consecuencias o no... son eventos aburridamente cotidianos. Las decisiones son anticlimactic porque no somos Ted mirando atrás con 30 años más y no sabemos sus ramificaciones futuras inciertas. Incluso una decisión importante, una que tomas tras pensar mucho y decirte por fin verdades que no querías tal vez oír, sabe a poco cuando el tiempo sigue y a ella misma le sigue otra anticlimactic nueva decisión.
Pero la tomaste, y eso al final, anticlimactic o no, es lo verdaderamente climactic...
A uno a veces le gustaría que las decisiones fuesen apoteósicas, intensas, radicales. Que las acompañara una banda sonora triunfal. Que al tomarlas estuviese así esa sensación de avance, de conclusión. Que fuesen como el momento de clímax en que el protagonista suelta ese discurso con el que recupera a su amor o en que tras una pelea a muerte se coge al asesino. Pero las decisiones no son más que eventos cotidianos, cosas que pasan mientras pasa el tiempo y poco más. Y aunque sean decisiones importantes nunca son ese discurso o esa pelea a muerte, no llevan a un punto álgido seguido de un final feliz... llevan a los siguientes días que, tal vez o no, van a ser vividos de otra manera.
Supongo -no, tengo claro- que este anhelo de clímax proviene de ver y leer historias, de pensarse como un personaje protagónico en un relato con un final feliz, con altibajos que son los actos de la narrativa y que siempre significan algo. Es como esa fantasía de autorrealización narrativa que es How I Met Your Mother, por ejemplo. Obviando todo lo que no funciona, el envejecido Ted contando su juventud tres décadas después sin que el Ted que se ve en pantalla conozca el camino al que va cumple con este anhelo. Saber, por lo menos luego, que todo lo que pasa, todos los caminos, todas las decisiones, son una suma que lleva a una conclusión y no algo aleatorio que no hace más que avanzar una historia que no tiene estructura clara.
Este anhelo, supongo también, es además una huida de la muerte. Pensar en estructura y clímax y caminos con conclusiones, pensar en historias, da cierto sentido de orden a algo que claramente no lo tiene. Da calma, da agencia al personaje que eres sobre lo que le pasa.
Pero al final, y no se trata de una conclusión triste pero sí realista, nada de esto es cierto. Las decisiones, los caminos, se toman siempre, pensando o no, con buenas consecuencias o no... son eventos aburridamente cotidianos. Las decisiones son anticlimactic porque no somos Ted mirando atrás con 30 años más y no sabemos sus ramificaciones futuras inciertas. Incluso una decisión importante, una que tomas tras pensar mucho y decirte por fin verdades que no querías tal vez oír, sabe a poco cuando el tiempo sigue y a ella misma le sigue otra anticlimactic nueva decisión.
Pero la tomaste, y eso al final, anticlimactic o no, es lo verdaderamente climactic...